lunes, 6 de julio de 2009

Qué bello es estar roto

Qué bello es estar roto

  • Una mujer se somete a una dolorosa operación para ser más alta
  • ¿Deben establecerse límites a la cirugía estética?

Por WILLIAM SALETAN* (SLATE)

¿Os acordáis de Connie Culp, la mujer que consiguió un nuevo rostro hace algunos meses en la Clínica de Cleveland (EEUU)? El médico que la intervino sostuvo que estos arriesgados trasplantes de cara estaban justificados, en parte, dado que las personas con serios daños faciales estaban "socialmente lisiados en una sociedad que parece valorar la belleza por encima de todas las cualidades humanas".

Hajnal Ban decidió romperse las piernas para aumentar ocho centímetros de altura.


El mes pasado, Culp desveló al mundo su nuevo rostro en una rueda de prensa. Estaba agradecida y me alegré por ella. Pero el problema de fondo sigue latiendo: ahora empleamos la cirugía para aliviar el sufrimiento social. Estamos haciendo de una necesidad arraigada en uno mismo, un modelo —"socialmente lisiado"—impuesto por terceros.


En el caso de Culp, existían razones de índole funcional para practicarle la cirugía: no podía comer con normalidad y únicamente podía respirar gracias a una traqueotomía. Pero siempre se puede dar un paso más en la decadencia ética: el siguiente paso es que han dado personas como Hajnal Ban.


Hace ocho años, cuando Ban tenía 23, decidió que era demasiado bajita. ¿Cuánto? En torno a 1,5 metros. Una estatura unos dos centímetros menor que la de mi mujer y cerca de dos centímetros mayor que la mínima requerida para prestar servicio en las Fuerzas Armadas de EEUU. Según el Courier Mail de Australia, que publicó la historia de Ban hace dos meses, ella aseguró que había sido el blanco de todas las burlas en el colegio y que le llamaban cosas como "enana".


Cuando se hizo algo mayor, se convirtió en una cuestión de credibilidad para ella. Sentía que la gente no le tomaba en serio, especialmente dada la vida profesional que había elegido, abogada primero y después política. "Me harta que la gente se fije siempre en mi aspecto físico porque siento que tengo mucho que ofrecer y soy una abogada cualificada", afirmó.



Así que Ban cambió su cuerpo. Acudió a Rusia, donde, siguiendo la versión del Times de Londres, los médicos consintieron "fracturarle las piernas en cuatro partes y estirarlas lentamente un milímetro cada día durante nueve meses". Después, llevó escayolas durante otros tres meses. Resultado: Ban ganó ocho centímetros de altura. Entró en el mundo de la política y hoy es concejala.

Ban dice que está lejos de ser la única en valerse de este procedimiento. "Tenemos a deportistas abriéndose paso que necesitan ganar peso, y a modelos", contó al Times, refiriéndose aparentemente a la clínica rusa. "Es un secreto bien guardado. Al igual que Ban, esta gente no tiene discapacidades funcionales. Simplemente quieren ser más altos".


Así es cómo evolucionan los medicamentos y procedimientos médicos. Comenzaron siendo terapéuticos y se convirtieron en opcionales y programados de forma puntual o incluso frecuente. La cirugía para alargar las piernas fue originariamente desarrollada para corregir el enanismo. Pero los enanos no son, ni mucho menos, más numerosos que la gente que padece ansiedad, social o profesional, asociada a su altura. Por eso, como observa la agencia France Press, "esta práctica quirúrgica se popularizó entre los jóvenes profesionales chinas que creyeron que aumentar de estatura les ayudaría a ascender en su carrera profesional".


Ban no pretende hacernos creer que su motivación fue otra que estética: "A muchas mujeres jóvenes su peso, su nariz o su tipo en general les provocan inseguridad. Mi complejo era mi altura", explicó al Daily Mail. En declaraciones a Reuters, añadió que "no es muy distinto de los procedimientos de aumento de mamas o a operarse la nariz". Ante AFP, recalcó la presión social que hay tras dichas intervenciones: "Muchas mujeres, tan sólo por cómo es la sociedad actual y por la presión que sufrimos, tienen inseguridad y falta de confianza en sí mismas".

Connie Culp consiguió un nuevo rostro. Su caso era por causa mayor de salud.


Para afrontar estas presiones, Ban y otras han recurrido a un procedimiento de alteración del cuerpo que, de acuerdo con los especialistas, puede dañar el sistema nervioso y las articulaciones, provocar artritis y dolor crónico. ¿Y si no hubiera decidido operarse? "Supongo que si no me hubiera sometido a esta operación probablemente mi altura no constituiría motivo de inseguridad a mi edad porque simplemente me aceptaría como soy", dijo a France Press. "Pienso que, a medida que vas madurando como mujer, adquieres mayor serenidad y te sientes más cómoda en tu propio pellejo".


De manera que ésta es la cuestión: ¿hasta dónde deberíamos consentir que vaya la cirugía plástica? Si el caso de Culp es un buen argumento contra la prohibición, ¿no lo es tanto el de Ban a favor de la regulación? ¿Cuántos traumas y riesgos deberíamos dejar que soportara la gente a cuento de que consigan el físico deseado, sobre todo cuando la alternativa podría ser aprender a aceptarse tal como son? Soy un acérrimo defensor de la libertad. Pero, ¿cirugía estética rompiendo las piernas? ¿Acaso no es 'demasié para el body'?



*Artículo originalmente publicado en el medio digital estadounidense Slate.


(Traducción: Carola Paredes)

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