- Los defensores del liberalismo abrazan el intervencionismo y las tesis de Keynes
Nicolas Sarkozy se ha convertido en el nuevo adalid europeo de la intervención estatal. Tanto es así que los socialdemócratas europeos le dan la bienvenida a sus filas y la revista The Economist sospecha que en realidad se trata de un socialista que ha salido del armario. Cristóbal Montoro, que el año pasado recibió el premio Friedrich Hayek del Club Liberal Español, un galardón dedicado a un economista (Premio Nobel) considerado uno de los padres del liberalismo, se queja amargamente de que los ciudadanos tengan que pagar las consecuencias de los errores de los bancos y exige más intervención en cada comisión de economía en el Congreso. George W. Bush aprueba un plan de estímulo económico de 700.000 millones de dólares. El G-7 pone el grito en el cielo por el proteccionismo mientras algunos de sus miembros practican fórmulas tenues de nacionalismo económico.
Amigo Keynes.
Sí, todas estas cosas han sucedido en los últimos meses. La crisis económica y la desorientación reinante a la hora de actuar ante ella están dejando algunas imágenes desconcertantes, protagonizadas por personajes políticos que durante años han defendido la no intervención del Estado en la economía. Sin embargo, ahora el 'laissez-faire' se ha terminado y muchos retuercen con fuerza esa mano invisible del mercado que no ha sabido corregir los desajustes tan bien como se esperaba. Las medidas intervencionistas y proteccionistas se multiplican, aunque sea en su versión 'light' y, tras décadas de destierro ideológico, Keynes vuelve.
La cosa llega a tal punto que Alan Greenspan, ex presidente de la FED y considerado el sumo sacerdote del liberalismo más recalcitrante, se acaba de mostrar favorable a la nacionalización temporal de los bancos en Estados Unidos, si bien apostilla que entiende que se trata de una medida "que se hace una vez cada cien años". El maestro, al que muchos culpan de la crisis por su labor al frente de la FED desde 1987, rectifica y apoya tesis intervencionistas, cercanas al que hasta ahora era un economista desfasado.
Quizás el de Greenspan, que con su apoyo a la nacionalización abraza también la teoría del último premio Nobel de economía (y reconocido 'keynesianista'), Paul Krugman, sea el mejor ejemplo del síndrome esquizofrénico que invade a muchos de los políticos que más decididamente han defendido a ultranza el neoliberalismo. Pero no es el único ejemplo, hay otras imágenes mucho más pintorescas, como la que protagonizó recientemente el presidente del PP andaluz, Javier Arenas, cuando se manifestó como si de un líder sindical se tratara con miles de parados en una marcha multitudinaria contra el desempleo. ¿Insólito? Es posible. Pero es que la crisis y la profundidad de sus consecuencias parecen estar cambiando todo tipo de esquemas, también en la que ha sido en los últimos veinte años la forma dominante de hacer política económica, en los que se ha predicado incluso el fin de los ciclos.
"Ver a personajes tan ligados al liberalismo económico y a miembros del Partido republicano estadounidense apoyar planes de cientos de miles de millones de dólares y pasarse al keynesianismo es pura ciencia ficción", dice José Antonio Martínez, profesor de Economía y especialista en políticas económicas de la UNED. La ecuación del economista británico, basada en rebajas fiscales y mayor gasto público, que con tanto éxito se aplicó en la época de la Gran Depresión, es por la que abogan hoy gestores de todo signo político. Y que la estén empleando es, según Martínez, una de las muestras más palpables de la gravedad de la situación.
Greenspan, una vez cada cien años.
Hasta el Fondo Monetario Internacional, paradigma de la contención presupuestaria, apuesta ahora por ese estímulo fiscal mundial que tire de una demanda asustadiza y contraída hasta convertirse de nuevo en el motor del sistema. Hace tan sólo una semana, Obama dio un nuevo ejemplo de ello con los primeros presupuestos de su administración. Con ellos, el déficit llegará a los 1,75 billones de dólares (más del 12 por ciento del PIB), una cifra que no se alcanzaba desde la Segunda Guerra Mundial.
Le hemos pedido su opinión sobre el tema a Stephen Schwartz, nuestro 'neocon' de cabecera, un personaje cercano a las tesis neoliberales y que, en estos momentos, se encuentra tan aturdido como el que más frente a la crisis. "Nos estamos enfrentando a unos problemas nuevos para los que no existe ni siquiera un vocabulario ni unas concepciones claras", indica. Para Schwartz, un acontecimiento de este tipo obliga a que todas las políticas sean nuevas, indefinidas y experimentales. Dentro de la confusión y la sensación de angustia e indignación que existe en Estados Unidos ante problemas como el paro o las inyecciones al sistema financiero, una sola cosa está clara: "ni los más extremos liberales piensan que se deba permitir al capitalismo seguir su curso natural sin intervenir".
Pero la mutación no es un fenómeno de exclusividad de los liberales. David Taguas, que fue asesor económico de Zapatero y director de la Oficina Económica del Gobierno y hoy es presidente de Seopan la patronal de grandes constructoras, se ha mostrado favorable a reducir entre el 2 y el 4% el IRPF e incrementar entre el 1 y el 2 por ciento el IVA, dos medidas clásicamente liberales. O sea, que el desconcierto es generalizado. Pero, según Martínez (otro 'keynesianista' declarado) no es tan extraño que todo esto esté sucediendo, ya que, según él, hay dos formas de manejar la economía, pero sólo una de salir de una crisis: esposando esa mano invisible del mercado en la que tanto se ha confiado e interviniendo.
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