Cuando la hija del alfarero Butades de Sición, ayudándose de una vela, cercó con una línea el contorno de la figura de su amante, no podía intuir que la historia posterior recordaría este capítulo como un auténtico episodio fundacional. Fue Plinio el Viejo quien, años después, recreó este mítico suceso en su inmensa 'Historia Natural', situándolo como el punto preciso del que habría de partir todo el arte pictórico posterior. Y aunque los Infames desconfiamos de los chascarrillos de mesa camilla del bueno de Plinio, este poético suceso ligaba, de manera indisoluble, sombra y pintura desde su mismo inicio.
Esta historia serviría también a Victor I. Stoichita para arrancar su 'Breve historia de la sombra' (Siruela), libro que está en el origen de la exposición 'La sombra', recientemente inaugurada por nuestra amada y ecologista baronesa en el museo Thyssen-Bornemisza. Y es que la sombra —proyección leve de los cuerpos— ha venido ocupando una presencia constante en nuestra cultura visual desde la caverna de Platón hasta Peter Pan, pasando por el cine o la publicidad.
Bram Stroker's Chair IV, de Sam Taylor Wood.
Tras felicitar a Tita por la muestra y por su reciente abuelato, los Infames abandonamos las salas del museo para dirigimos a alguna taberna de los aledaños con el fin de participar de algún bebedizo. Allí, entre sombras chinescas y vino de batalla, recordamos la espigada figura de Peter Schlemihl, el fantástico (en todos los sentidos) personaje creado por Adelbert von Chamisso, recientemente recuperado por Nórdica en uno de sus maravillosos libros ilustrados.
Nacido Louis Charles Adelaïde Comte de Chamisso (1781-1838) en la Champagne, Adelbert tuvo que refugiarse con su familia a raíz de la revolución francesa, pasando posteriormente a engrosar las filas del ejercito prusiano en el que, a pesar de sus naturales inclinaciones hacia las plantas y los libros, logra hacer carrera.
Cercano al círculo de Madame de Staël (¡esa mujer!) y otros exiliados, conseguirá el reconocimiento unánime de sus afines gracias a 'La maravillosa historia de Peter Schlemihl', considerada por Thomas Mann como "una de las más encantadoras obras de juventud de la literatura alemana"... y no podríamos estar más en desacuerdo con el señor Mann. Esta narración fantástica acerca de un hombre que vende su sombra a un misterioso personaje, y de como ello determina su expulsión del mundo de los hombres, es todo menos una obra juvenil (al menos si usamos los parámetros editoriales actuales que tienden a confundir adolescencia y lobotomía).
Y aunque podamos reconocer en esta historia una variante apenas disimulada del mito del Doppelgänger (el doble) o del Fausto, no haríamos justicia a Chamisso si no valorásemos adecuadamente su originalidad al hacernos ver en qué manera lo visible puede contener lo invisible, y lo pensable, lo impensable.
Algo que daría pie a derivados como la 'Aventura de la noche de San Silvestre' de E.T.A. Hoffmann, en la que el protagonista persigue su imagen, huida desde el interior del espejo. Las ilustraciones del argentino Agustín Comottoque si lo es para niños, lo será de niños kafkianos y no de los adolescentes emo que forran sus carpetas con los fotogramas de 'Crepúsculo'. (Buenos Aires, 1968) , heredero natural de Alberto Breccia, logran hacer todavía más atractivo este cuento fantástico,
Pero si Schlemihl fue un hombre sin sombra, Chamisso lo fue sin patria: francés para los alemanes, alemán entre los franceses... no es de extrañar que, harto de no encontrar su lugar en el mundo, optara por enrolarse en 1815 en una expedición científica para circunnavegar el globo.
De esta experiencia dejó constancia en su maravilloso 'Viaje alrededor del mundo' (Laertes), en el que, a la manera de los viajeros ilustrados (esto es: un señor raro, con peluca y calzón corto que arroja por la borda sistemáticamente el rancho mientras intenta tomar notas en su camarote), va dando cuenta de sus experiencias a bordo del 'Rurik'.
A su regreso, tras tres años de viaje y dar nombre a una isla, entrará a formar parte de la Academia de las Ciencias a propuesta del naturalista Alexander Von Humboldt, ocupando el cargo de conservador del Jardín Botánico de Berlín. Allí, entre mammillarias y amarantos plumosos, pudo componer una serie de poesías líricas y lieder que musicaría Robert Schumann mientras pensaba en el destino que habría corrido Peter Schlemihl, tan similar en tantos aspectos al escritor.
No dejen de leer esta historia antes de que una figura gris, delgada como una hebra de hilo, intente separar su sombra del suelo y guardársela en el bolsillo. Algunos creerán ver en ella al mismísimo diablo, nosotros, más modestos, creemos que en realidad se trata del juguetón fantasma de Calvino, quien sentía devoción por esta historia. Es sólo una aviso...
* Alfonso Tordesillas, Gonzalo Queipo y Francisco Llorca forman el colectivo literario 'Tipos Infames'.
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