- Nos encontramos en Valladolid con la impulsora de la huelga de la red social
- Más de 300.000 personas dejarán de entrar en Tuenti el próximo 15 de abril
VALLADOLID.- Sara es una chica tranquila, dulce. Con 22 años, acaba de terminar la carrera y está preparando las oposiciones de Magisterio, así que se pasa el día en la biblioteca estudiando. Pero entre descanso y descanso ha tenido tiempo de montar una revolución —pequeña y virtual, pero ¿cuántas has montado tú últimamente?— en la red social que tiene enganchada a la juventud española: Tuenti.
En el césped de la facultad de Ciencias de la Educación de Valladolid, Sara nos presenta a algunos de sus amigos, y nos cuenta por qué ha convocado una huelga en Tuenti como protesta por sus condiciones de uso y cómo —a un mes de la fecha— 300.000 personas ya han confirmado que el día 15 de abril harán un esfuerzo por mantener a raya su adicción y no entrarán en la página.
"Alguien me contó que el aviso legal de Tuenti incluía una cláusula por la que podían hacer lo que quisieran con tus fotos. Lo leí y viene a decir que tienen tus fotos para siempre en todo el mundo. Da igual que no vayan a hacer nada con ellas, pero el hecho de que puedan hacerlo me parece mal", explica. Así que creó un "evento", que es la forma en la que se llama en la red a las convocatorias de todo tipo.
La dirección de Tuenti ya ha anunciado que está reformando sus términos de uso. Pero si su red social no les escucha, advierte Sara, hay otros lugares donde ir como Facebook, que tras una protesta similar aunque a grandísima escala se ha visto obligada a anunciar que sus términos de uso serán decididos en una especie de 'democracia'. ¿Te pasarías tú sola a Facebook aunque todos tus amigos estuvieran en Tuenti? "Sí, claro. Como en todas las redes uno puede tirar del otro y el otro de los demás", dice Sara. "Ocurre como cuando alguien se cambia de compañía de móvil y arrastra a sus amigos o a su familia", puntualiza su amiga Esther (21).
Ellas, junto a Rubén (22) y Clara (21), rondan el año de pertenencia a la joven red —que posee poco más de dos años de vida— y le dedican alrededor de una hora al día. Para todos, internet no es sinónimo de Tuenti, pero sí el primer y el último lugar al que entran. Esther lo compara con el móvil, "lo primero que miras al abrir el bolso". El símil es acertado: ellos han dejado de mandarse sms, sustituidos por los mensajes de Tuenti. "Con Esther sólo hablo por Tuenti", dice Clara señalando a su amiga, que se encuentra a un metro de distancia. Son fans, pero no a toda costa.
Aunque creen que están en el límite de edad de Tuenti y que empieza a quedárseles un poco pequeño ("Nadie controla a los niños que entran y tienen menos de 14", se escandalizan), en realidad representan bastante bien al usuario medio de la red social, que ronda los 24 y es universitario. Los treintañeros notan nota el salto generacional que hay con ellos, que pasaron su adolescencia conectados. Pero también los de 20 notan el que existe respecto a la generación anterior a la suya, con los que se han criado desde la infancia con internet.
Deshaciendo mitos
El grupo no tarda en deshacernos algunos mitos sobre el comportamiento de su generación con las redes sociales. El primero —a la vista está— que nadie se lee las retorcidas condiciones de uso de las páginas web. El segundo mito, que les da igual las leyes que rigen los países virtuales en los que pasan una buena parte del día: "no hay que dejar que las compañías hagan lo que quieran", afirma Sara. En este tipo de política, no hay partidos ni sindicatos, sino empresas y consumidores.
Tercer mito que cae: el de que todos los jóvenes están en Tuenti subiendo fotos como locos. El grupo cuenta que cada uno de ellos tiene amigos —quizá los más concienciados también en otros ámbitos— que se han negado a entrar en la red social porque han leído las condiciones de uso y no están de acuerdo, o porque prefieren proteger su intimidad. Que han decidido conscientemente no entrar en Tuenti e incluso han hecho campaña en contra de su uso entre sus iguales.
Tampoco es cierto el cuarto mito, que afirma que no son conscientes de su privacidad. Confían en los filtros que la compañía proporciona, y les preocupa que alguien se los pueda saltar. Sus fotos y sus mensajes son para sus amigos. Lo importante y privado se trata aparte, en el messenger. A Esther, que ha seguido el caso de Marta del Castillo, le horroriza el saqueo del Tuenti de la chica por medios ávidos de imágenes frescas.
El quinto tópico es el que afirma que están indefensos ante acosos externos y que usan la red social para ligar con desconocidos. Su generación lidia con decenas de mensajes al día y cientos de personas, y a aprendido a seleccionar. No les interesan los desconocidos, sino los amigos que ya tienen. Clara cuenta que ni lee los mensajes de desconocidos y Sara pasa olímpicamente de las decenas de mensajes (la mayoría nada halagüeños) recibidos tras lanzar la huelga. Además, en su Tuenti no tiene a nadie que no conozca en persona. Esther mantiene algún "contacto" por puro negocio: para comprar broches hechos a mano, por ejemplo. Pero un desconocido, o un amigo de un amigo de un amigo, tiene todas las posibilidades del mundo de ser ignorado. Tampoco les gustan los "coleccionistas de amigos".
Pero lo que no es un tópico es que los padres no se enteran de nada. Los de Sara no tienen ni idea de la que ha montado su hija en internet.
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