Por TIPOS INFAMES* (SOITU.ES)
Tengo el placer y la satisfacción de presentar a nuestro querido público a un joven encantador de buena familia que, con mucho gusto, les va a deleitar con alguna cosilla picante...
Fotograma de 'Cabaret'.
Así, de la misma manera en que entre detonaciones de champán hacía su aparición sobre el escenario de un cabaret Andreas Magnus (protagonista de 'La danza piadosa'), podríamos introducir al escritor del cual queremos hablarles hoy.
Y es que aparentemente los Mann podrían considerarse una buena familia.
De hecho el joven Klaus creció en un hogar en el que las musas volaban a ras de suelo, por lo que no le supuso mucho esfuerzo atrapar la suya (que debía parecerse mucho a su hermana Erika, su otra mitad) y romper a escribir de manera precoz (aunque 'precoz' es una palabra que se nos antoja estrecha para alguien que ya había escrito más de 60 obras antes de cumplir los 15 años).
Pero las musas no eran las únicas inquilinas de aquella casa encabezada por un padre genial, pero egocéntrico y sexualmente reprimido, que censuraba continuamente su escandalosa conducta (morfinómano, exhibicionista, homosexual...) y al que nunca aprobó, ni como hijo ni como escritor. Sí, escribir puede resultar difícil.
Más todavía si tu padre se llama Thomas Mann. Klaus siempre iba a ser medido en función de este apellido del que intentaba huir pero que tampoco dudaba en subrayar cuando le interesaba que se le abrieran las puertas de una revista o de una alcoba, o para ser recibido en Hollywood.
Sin embargo no es difícil adivinar tras su comportamiento llamativo y lo desmedido de sus ademanes un medio para no ser pasado por alto.
Algo que sin embargo ha sido demasiado frecuente...
Portada de 'La Danza piadosa'.
Anteriormente les decíamos que el joven escritor guardaba innegables similitudes con el protagonista de uno de sus libros.
Y lo hacíamos porque también él abandonaría la casa paterna para instalarse en el Berlín de los años veinte, en donde probaría suerte en uno de aquellos cabarets que proliferaron durante la efímera república de Weimar.
Ese ambiente burbujeante de jovenes chaperos y marineros maquillados es el que domina 'La danza piadosa' (otra joya de Cabaret Voltaire), un retrato de la disolución de toda una época y el desencanto de toda una generación.
Esa atmósfera, entre decadente y sofisticada, es la que encontramos en 'Encuentro en el infinito', otra obra clave para comprender aquellos tiempos y que nos regalan nuevamente los amigos de la editorial El Nadir, admiradores confesos del joven Mann.
Sus novelas son provocadoras, escandalosas para la época, 'degeneradas' si aplicamos la terminología nacionalsocialista.
Una retórica de la sangre y de la raza que pronto iba a volverse insoportable para Klaus Mann quien abandona el país en 1933 para instalarse en París, donde nunca le faltaron amigos como Jean Cocteau, André Gide o René Crevel, al que tanto amó y admiró.
Desde el exilio el escritor denunciaría incansablemente los abusos del nazismo desde revistas y publicaciones como 'Die Sammlung', altavoz de los intelectuales antifascistas y en la que participarían la mayoría de los nombres claves de aquella diáspora del pensamiento europeo.
Pero si hasta ese momento Klaus había destacado como un 'enfant terrible' de las letras ahora se nos muestra como un brillante y lúcido articulista.
Quien quiera acercarse a esta faceta del escritor puede hacerlo asomándose a la recopilación de sus textos agrupados en 'El condenado a vivir' (El Nadir), en donde están presentes todas sus obsesiones: la literatura, la política, la muerte...
Esta actitud es la que le llevaría hasta España (¿nadie va a editar sus artículos como corresponsal en la guerra civil?
De verdad, con la cantidad de basura que llega a las librerías sobre el tema es algo que no se entiende...) o a incorporarse en el ejército americano en plena contienda.
El escritor, junto a su hermana, a los que llamaban "los gemelos Mann"
Pero el exilio también serviría a Klaus para encontrar su propia voz, abandonando su anterior posición esteticista en favor de un mayor compromiso.
Es en esos años cuando realiza las que son consideradas sus mejores obras. Algunas de ellas como 'Mephisto' (Debolsillo) o 'El volcán' (Edhasa) figuran entre los libros más luminosos de aquellos oscuros años previos a la conflagración mundial. Con todo lo que le tocó vivir no es extraño que ya en 1942 escribiera una primera versión de sus memorias ('Cambio de rumbo', Alba).
Por ellas vemos desfilar los personajes claves de una vida cosmopolita y agitada por las diferentes pulsiones de la modernidad: los Mann, Stefan Zweig, Annemarie Schwarzenbach (de la que prometemos hablarles en otra ocasión), Richard Strauss... de hecho la entrevista que Klaus Mann realizó a éste último (director de la orquesta de cámara del Reich) tras la Segunda Guerra Mundial sirve de punto de partida a Blas Parra para levantar su artefacto narrativo: 'El artista humillado' (El Nadir), una obra original y llena de interrogantes sobre un pasado que no termina de abandonarnos y que desde aquí les recomendamos.
Desilusionado y roto, el 21 de mayo de 1949 el escritor se encerraba en una habitación de Cannes decidido a seguir los pasos de sus amigos. Crevel, Toller, Zweig... la intensa vida de Klaus Mann había estado pavimentada de suicidios y pulsión de muerte.
Su obra puede ser leída como una marcha ineludible y trágica hacia ese destino al que se ofreció con un ímpetu que acabaría por partirle el pecho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario