jueves, 15 de enero de 2009

Giani Stuparich y la verdad del dolor

Giani Stuparich

y la verdad

del dolor


Por TIPOS INFAMES* (SOITU.ES)
Actualizado 07-01-2009 15:51 CET

Un hombre enfermo viaja en compañía de su hijo a la isla en la que nació. Para el hombre este último viaje supone un reencuentro con sus raíces. Para el hijo, la conciencia precisa de lo inevitable de la pérdida. En estas pocas palabras se podría resumir lo que encierra 'La isla' de Giani Stuparich (Minúscula, 2008). Se podría, sí, pero no les habría dado la medida exacta de lo diferente que eran aquellos mismos hombres cuando vieron desvanecerse la isla en medio del Adriático al final del relato. Un relato que nos habla "de vida y muerte, no conjurada, sino mirada sin piedad, cara a cara" (Claudio Magris).

Giani Stuparich (Trieste 1891-Roma 1961) pertenece junto a Slataper, Svevo o Saba a ese momento estelar que brilla con luz propia en el faro triestino a principios del siglo XX. Tal vez, el hecho de haber nacido en una ciudad cuya entidad es tan inasible, sea lo que determine el aire de irrealidad en el que parece suspendida la isla de Stuparich. Esa profunda sensación de irrealidad que prevalece cuando la vida nos envía uno de sus heraldos negros.


Lo cotidiano aparece en esta pequeña joya bajo una nueva luz, mostrando una belleza que nos suele pasar desapercibida. Pero más allá de una sensual descripción de las calas y gentes de la isla (muy por encima de la literatura de chiringuito y merendero de un Manuel Vicent, por ejemplo) lo que prevalece es el retrato de una unión más allá del duelo. Una relación entre padre e hijo cimentada más sobre miradas y gestos, sobre lo que no llega a decirse con palabras, que en los escasos diálogos.


Un ejercicio de contención que no logra que olvidemos la gran verdad del dolor que, como una música sorda, atraviesa la historia de un padre que sabe que pronto morirá y la de un hijo que habrá de sobrevivirle. Y es que mientras ambos comparten la alegría del mar común, de una breve brisa estelar, la vida se empeña en disociarse: "Una fría palidez de muerte estaba detrás de la transparencia de una sangre cálida y exultante; en el transcurso de un día lleno de sol, disfrutado en la libertad de la luz y del viento, había un estancamiento, una cerrazón canicular, donde el cerebro se disolvía y el alma fermentaba de miedos. Un sentimiento de incertidumbre y de miserable compromiso con la fatalidad lo invadía todo".


Un ejercicio de contención que no logra que olvidemos la gran verdad del dolor que, como una música sorda, atraviesa la historia de un padre que sabe que pronto morirá y la de un hijo que habrá de sobrevivirle


En ocasiones, no muchas, y de éstas hace ya mucho tiempo, me interrogaba acerca del sentido del acto de leer. Dejé de hacerme la pregunta cuando entreví que lo que andaba buscando no podría encontrarlo en los libros ("un libro no puede ocupar el lugar del mundo"), pero que éstos podrían serme de utilidad para llegar hasta allí. 'La isla' de Stuparich figura en esa cartografía.


Literatura esencial, desnuda, luminosa. Un libro que nos obliga a afrontar la pérdida con dignidad, con un orgullo superior a las vicisitudes a las que de continuo nos arroja la vida.


* Alfonso Tordesillas, Gonzalo Queipo y Francisco Llorca forman el colectivo literario 'Tipos Infames'.

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