Es el comodín de la temporada. La excusa perfecta que sirve para justificar despidos, refinanciar la deuda, vender la empresa al mejor postor, o dejarse invitar tranquilamente. Los ya casi tres millones de parados que buscan un empleo demuestran que es más que una frase hecha.
El temporal económico
se niega a remitir.
"Me he convertido en una especie de cobrador del frac" —confiesa el director financiero de una importante empresa de moda de lujo—. "Mi trabajo consiste en hablar a diario con los directores financieros de las firmas que nos deben dinero, del orden de los dos millones de euros de media, y pedirles que satisfagan la deuda. La excusa siempre es la misma, es que a mí no me pagan las tiendas y además están devolviendo más mercancía de la prevista. Como gran triunfo, logro que ingresen una cuarta parte. Y por supuesto, me niego a aceptar pagarés, que es lo que pretende la mayoría. Claro con la que está cayendo, no hay manera de presionar".
La frase hecha lo mismo se escucha en las altas esferas de las finanzas para atornillar el precio de una operación mercantil que en los mercados de barrio, cuando los clientes declinan las sugerencias del tendero de turno que intenta aumentar el montante de la cuenta. "Con la que está cayendo ya no estamos para excesos, así que si pido 150 gramos de jamón no quiero ver 200 gramos en la balanza", aclara una señora en la charcutería.
La tragicomedia consiste en pasarse la bola. A mí no me pagan, luego yo no te puedo pagar a ti. Sería un juego divertido si no fuera porque la estabilidad familiar de millones de trabajadores peligra. Como la capacidad para asumir la deuda y refinanciarla está temporalmente estrangulada, a nadie se le pone la cara roja de vergüenza al declarase insolvente. El socio director de un bufete mercantil internacional con sede en Madrid reconoce que "siempre hay quien, aunque no le vaya tan mal, se escuda en la tendencia para sacar partido. Sin embargo, las cosas se presentan tan crudas, que las pocas operaciones que hay actualmente en marcha están tratando de ser muy prácticas. Se nota también que los bancos están siendo más comprensivos, demostrando una flexibilidad nunca vista, con empresas que tienen un problema de deuda, pero potencial de crecimiento cuando amaine la crisis. Se está aplazando el principal y los intereses hasta tres años, cuando hasta hace poco los bancos miraban por encima del hombro, eran más mercantilistas y ahora son más realistas".
La tragicomedia consiste en pasarse la bola. A mí no me pagan, luego yo no te puedo pagar a ti. Sería un juego divertido si no fuera porque la estabilidad familiar de millones de trabajadores peligra.
Entre esas empresas —se refiere principalmente a compañías industriales con actividad exportadora— se ha cerrado el grifo a las inmobiliarias. El famoso 'con la que está cayendo' viene como anillo al dedo cuando se nombra a inmobiliarias y a compañías de capital riesgo. Habitat, con sus activos sobrevalorados y una deuda acompasada a esos activos, se ha convertido en el modelo de empresa inviable hoy por hoy que cualquier experto al que se pregunta nombra. Sólo a través de un concurso de acreedores se puede rebajar la deuda a su valor real. Y 'con la que está cayendo' es preferible cobrar algo a no ingresar nada.
El Banco de España sitúa el endeudamiento de las empresas en relación a su valor añadido para 2008 en el 250%, cuando en 2000 era del 115%, un riesgo extraordinario comparado con el de la zona del euro, que del 150% en 2000 ha aumentado al 180%, en 2008. Volver a unos ratios de morosidad similares a los de principios de los 90 (en el año 93 se alcanzó el 13%) parece la consecuencia lógica.
El último informe de Estabilidad Financiera del BE considera que el sistema podría aguantar hasta un fatídico 9% de mora, aunque por ahora la media roce el 3%. Claro que, con el desempleo disparado, esa paradisiaca estabilidad del sistema financiero basada en el cumplimiento de las obligaciones de empresas y familias de devolver los créditos se aleja cada día más.
Una facturación superior a los seis millones de euros anuales convierte a una empresa —según el baremo de la Agencia Tributaria— en socia del club de los grandes. En total, cerca de 35.000 empresas a las que les cuesta tragar saliva, pues el ajuste laboral pendiente amenaza con lanzarse a degüello. Son 5,5 millones de trabajadores los que penden de un hilo. Sobre todo los que están en nómina de empresas vinculadas al consumo. Por lo pronto, ya hay en la calle 3.000.000 de trabajores, según datos del INEM y los expertos calculan que a finales de 2009 la cifra rondará los cuatro millones de parados.
Son cerca de 35.000 empresas a las que les cuesta tragar saliva, pues el ajuste laboral pendiente amenaza con lanzarse a degüello, y 5,5 millones de trabajadores los que penden de un hilo.
Los jueces también se han vuelto más sensibles 'con la que está cayendo' y "cuando comprueban que existe una causa económica que justifica los despidos no se ponen tantas trabas como hasta hace poco", relata un prestigioso abogado laboralista. La crisis ha dibujado un nuevos escenarios. De hecho, el letrado relata cómo recientemente, en un juzgado de Barcelona, la magistrada echó una bronca monumental a un trabajador que, tras ser despedido, declinaba la oferta de la empresa de reincorporarse en otro centro de trabajo porque estaba más lejos de su domicilio. Los laboralistas ya están constatando retrasos en los pagos del FOGASAlas demandas de laboral han crecido espectacularmente.
"Todo se recurre. Como muchos contratos temporales están hechos en fraude de ley aunque el beneficio vaya a ser pequeño, se reclama", explica el letrado. (Fondo de Garantía Salarial) y también en el inicio del cobro de la prestación de desempleo. Los juzgados están sobrecargados de demandas. Al no existir costas, ya que la Justicia es gratuita en los casos de laboral y los abogados cada vez funcionan más con pactos de cuota litis —sólo si se gana el caso el abogado recibe un porcentaje de la indemnización en concepto de honorario—,
La falta de liquidez es un concepto que se ha trasladado al ámbito privado. Con la que está cayendo ya nadie se echa la mano a la cartera para pagar la cuenta de una cena. Ahora lo que se lleva es levantarse de la mesa con la excusa de ir al lavabo y esperar un tiempo prudencial para reintegrarse al grupo, a ver si, con un poco de suerte, se ha saldado a la vuelta. Antes, esa conducta desenmascaraba a un aprovechado, hoy resulta hasta comprensible.
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