viernes, 5 de diciembre de 2008

DE MIS ABUELOS COMO MAESTROS DEL PUEBLO DE EL PASO DE LA ISLA DE LA PALMA

La eficacia del

“Colegio El Paso”

/ Ismael González



Ismael González
Artículo publicado en el periódico El Día (Canarias), el 19 de agosto de 1987.


En el periódico Diario de Las Palmas, el viernes 24 de marzo de 1972 iniciamos una serie de publicaciones bajo el título “Valores humanos de mi pueblo”. La introducción a tal serie estuvo a cargo de mi dilecto amigo, maestro de EGB y periodista, José Manuel Balbuena Castellano.


Se da la circunstancia de que el primer personaje —a quien seguirían otros más— fue don Pedro Martín Hernández y Castillo.


Al siguiente día, el 25 de marzo de 1972, en el mismo periódico fue publicado otro escrito concerniente a doña Petronila (Nila) González Guélmez, esposa de don Pedro.


Ambos, don Pedro y doña Nila, así conocidos popular y cariñosamente, fueron inseparables educadores que rindieron jugosos frutos a la culturización en diferentes fases educacionales pero convergentes en un determinado punto de positiva enseñanza, tal como la música, el dibujo, la pintura, las Letras, las Matemáticas, y el cuidado de la inteligencia en general.

Al llegar a nuestra manos las dos fotografías que ilustran este artículo [1], no hemos podido resistir la tentación de volver sobre nuestros pasos de recordación, y sobre la temática que, en su día, nos impulsó a hablar de estos personajes: dos entrañables paisanos que dieron por entero su vocación a la docencia, a “desasnar” y culturizar a una gran parte de nuestro coterráneos pasenses.


He de decir que no fui alumno de don Pedro, aunque sí lo fue mi esposa, que figura en primera fila, a la izquierda, de la fotografía de hembras, “forrada” de negro desde el gorro hasta los zapatos; tenía para entonces 10 años de edad.

Pero sí fui uno de los integrantes de la banda de música que dirigía don Pedro, quien, pacientemente, iba formando elementos entre la juventud masculina para que, en cierta medida, “aquello sonara” aceptablemente. Se esforzaba en hacernos “entrar en camino” con el instrumento y con la verdad de la composición.


Yo tocaba clarinete, y ¡hay que ver los apuros de don Pedro para “meterme en cintura”! Parte de la pieza la tocaba yo de oído por no saber solfear lo escrito. ¡Cuantas veces el bueno de don Pedro se acercó a mí para decirme: «Ismael, cabeza de alcornoque, silencia ese pasaje si no eres capaz de sacarle la pureza de la música que contiene»!. Y así perseveraba don Pedro en uno y otro ensayo, y con uno y otro mal aficionado, para conjuntar la coordinación de lo que él deseaba, lo que debía ser.


Don Pedro Castillo —popularmente así conocido— no solamente era músico: era escritor, poeta, orador, maestro de insospechadas dotes para la enseñanza, y para meter en la “cabeza de alcornoque” de sus discípulos —con el correspondiente coscorrón a los muchachos— la luz del conocimiento, que él, vocacionalmente, deseaba hacer brillar por el saber de hombre estudioso que generosamente transmitía, con una voluntad sin límites puesta al servicio de sus alumnos.


Afortunadamente, hace ya algún tiempo que en nuestro pueblo existe una calle céntrica que lleva el nombre de Don Pedro Martín Hernández y Castillo, nombre que don Pedro se ganó con merecidos méritos.


Pero nuestra reseña estaría incompleta si no nos ocupáramos sucintamente de la personalidad de doña Petronila (Nila), aunque ya dijimos que al matrimonio Martín-González nos habíamos referido separadamente en anterior ocasión, en la serie “Valores humanos de mi pueblo”, en la que hablamos de doña Nila con el subtítulo “Semblanza de una mujer ejemplar”, pues, en efecto, así fue doña Nila, una mujer ejemplar, es decir, una institución por su aportación y dedicación a la enseñanza —en particular de dibujo, pintura, labores manuales, bordado e instrucción en general—, hacia las jóvenes pasenses.


Nos atrevimos a decir entonces, al referirnos a doña Nila, que “Ni antes ni después se ha conseguido en El Paso aunar en la juventud un deseo de expresión artística, tan natural, imaginativo y acentuado”.


La calidad artística de doña Petronila González Guélmez es interesantísima. Su cultura autodidacta —como la de don Pedro— fue extraordinaria. Era como una hemorragia que fluía y se desbordaba de su mente, y se materializaba en la sutileza del pincel, en los bordados en tela, y, en general, en la profundidad creativa de las imágenes. Recordamos muy bien a doña Nila manifestándose en la mirada relampagueante, escudriñadora y humanizada a la vez.


En las fotografía que ilustran este escrito podemos observar el sistema pedagógico que usaban don Pedro y doña Nila, con esas excursiones que solían hacer en determinadas fechas, principalmente a las poblaciones del Valle de Aridane —realmente, sólo a Los Llanos, ya que para entonces no se había segregado Tazacorte—, excursiones con las que pretendían que sus alumnos tuvieran acceso a una visión del mundo exterior fuera de lo circunscrito a la monotonía de la asistencia periódica al colegio.


La fecha en que fueron tomadas las fotografías de que hablamos corresponde al año 1925 y, en esa mirada retrospectiva, podemos considerar retazos de la historia y de las vivencias existentes, donde, desde las féminas más pequeñas hasta las de mayor edad, se ven ataviadas con el imprescindible tocado y el vestido, acordes con las exigencias de la moda imperante.


Si los pueblos deben su cultura a los maestros que cultivan la inteligencia de las consiguientes alternativas generacionales de personas, El Paso tiene una deuda de gratitud con este matrimonio ejemplar, el formado por don Pedro Martín Hernández y Castillo, y doña Petronila González Guélmez, pues ellos pusieron todo el bagaje de su saber a la orden de quienes quisieron servirse de sus enseñanzas.


Valgan, pues, estos rasgos recordatorios como sentido homenaje de este periodista hacia aquellos nobles paisanos que dejaron honda huella, de indudable buen hacer, en la cultura de nuestro pueblo de El Paso.


***

[1] NotaCMP.- Estas fotos aparecen en el recorte de prensa que llegó a mi poder y desde el que copié el texto del artículo precedente, pero, precisamente por eso, porque están impresas en un viejo recorte de prensa, las fotos son de mala calidad. Esto no obstante, las reproduje arriba, pero de mi colección van aquí también otras dos sobre el mismo tema y que tienen mejor resolución.

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