La revelación de Twitter y de la micromensajería como herramienta útil en la cobertura periodística de un acontecimiento ya no plantea dudas.
También va a transformar la forma en la que escribimos nuestros artículos y la manera de relatar aquello que queremos contar, lo que es ir mucho más allá.
La elección al puesto de secretario general del Partido Socialista [en Francia] y los ataques contra Bombay han presentado una prueba aplastante del valor de esta herramienta, como recuerda Benoît Raphaël, redactor jefe de LePost.fr.
Eso no quiere decir que el dispositivo sea perfecto, ni siquiera maravilloso. Cumple funciones. Ahora tendremos que aprender a utilizarlo, a mejorarlo.
He aquí lo que dice Benoît:
El objetivo aquí no es producir una información de bajo coste sin periodistas, sino trabajar inteligentemente en el marco de una información en red. Producir una información más adecuada a las expectativas de los lectores: hiper-reactiva, menos convencional en las elecciones, más 'viva', más libre, con más tono, conversación, mucha emoción.
Estas transformaciones cuestionan el núcleo del periodismo… la forma en la que contamos historias, en la que expresamos lo que vemos, comprendemos, analizamos.
La información en red, en efecto, es también una información en fragmentos.
La información ya no llega atada, como un paquete cuidadosamente confeccionado, en forma de artículo, con un principio ('lead', como dicen los anglosajones), centro y un fin, lo que implica un mínimo de síntesis y de organización. Pobre Aristóteles.
La información llega como una piedra lanzada deprisa y corriendo. No necesariamente pulida, pero cargada de hechos y emociones.
No nos confundamos con la metáfora. Al cabo de un momento, estas piedras no son más que granos de arena que gotean continuamente. La información se convierte en flujo.
Las síntesis, análisis y reportajes sobre el terreno seguirán siendo útiles, es decir, necesarios, pero hay que reconocer que las primeras interpretaciones ya no son monopolio de las 'cabezas parlantes' que pululan por las pantallas de nuestras teles.
Nosotros —lectores/usuarios— aprendemos a sacar el sentido de esa multitud de fragmentos que desfilan por nuestras pantallas. Barthes se ríe.
Me pregunto si las implicaciones de esta evolución radical no son aún más profundas que todo lo que hemos previsto respecto a la comunicación horizontal y la participación, a las cuales aquélla está íntimamente ligada. Más profundas porque se trata de una de nuestras actividades fundamentales: la forma de contar historias (story telling), de deducir un sentido de lo que nos ocurre y nos rodea.
Tengo verdadera curiosidad de saber lo que pensáis…
P.D. – Perdón por estos días de silencio. Viajo demasiado y de verdad necesitaba un descanso.
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