domingo, 30 de noviembre de 2008

El verdadero Parque Jurásico

El verdadero Parque Jurásico



Escrito por: Peter Gwin

Una bonanza de fósiles en el noroeste de China muestra que los ancestros del T. rex y otros reptiles gigantes comenzaron siendo formas pequeñas.

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El cráneo del Junggarsuchus sloani, un primitivo cocodriliano terrestre, es parte de un tesoro de fósiles que arroja luz sobre un periodo en la evolución de la vida sobre la Tierra poco conocido.
Foto de Ira Block

Quizá lo que atrajo al dinosaurio hacia la trampa fue el chillido de un animal moribundo. O pudo haber sido el olor a carne podrida. Pero sin importar cuál fuera la carnada, una vez que el depredador cayó en la fosa de lodo, se olvidó rápidamente de su presa. Se agitó en vano en el fango por un largo rato, pero sus patas no alcanzaban el fondo. Ya condenado, el animal aceptó lentamente su destino y sucumbió a la intemperie, aunque no sin antes atraer a otro depredador a la sima, dando continuidad así al ciclo de la trampa mortal. Con el tiempo, el lodo se volvió roca y las víctimas quedaron sepultadas, apiladas una sobre la otra, durante 160 millones de años.

Esta es la historia que encierra una columna de roca excavada en la cuenca de Junggar, al noroeste de China. Pero esta es sólo parte de una asombrosa colección de fósiles que los paleontólogos James Clark y Xu Xing han extraído en los últimos siete años, con apoyo de National Geographic Society. Sus descubrimientos están abriendo una nueva ventana a un periodo oscuro en la historia geológica de la Tierra: un intervalo violento ocurrido entre 165 y 155 millones de años atrás, que fue testigo de la separación de los continentes, y de un intenso periodo de aceleración en la evolución de los dinosaurios. A medida que las masas continentales se dividieron y los animales se aislaron unos de otros, proliferaron en abundancia nuevas ramas en el árbol genealógico de los dinosaurios. Estas finalmente originaron diversos grupos de dinosaurios famosos, entre ellos, los ceratópsidos con cuernos en la cara, los estegosaurios acorazados y los tiranosaurios. Sin embargo, la escasez de fósiles pertenecientes a este lapso de 10 millones de años desconcertaba a los científicos.

“Podíamos rastrear a estos grupos hasta ese periodo, pero la pista desaparecía ahí”, dice Clark, profesor de la Universidad George Washington. En 2000, Clark se unió a Xu (pronunciado “shu”), una estrella en ascenso del Instituto de Paleontología de Vertebrados y Paleoantropología de Pekín, para llevar a cabo una misión de reconocimiento a la cuenca de Junggar. Al año siguiente, los dos científicos montaron una expedición completa a la formación Shishugou, uno de los pocos lugares en la Tierra donde las rocas expuestas datan del Jurásico medio. Hace 160 millones de años era un terreno pantanoso al pie de una sierra plagada de volcanes. Ahora sólo hay tierras yermas y dunas que se extienden a lo largo de la orilla occidental del desierto del Gobi.

“Escogimos un área en donde yo había visto fósiles pequeños en abundancia”, comenta Clark, destacando que los fósiles de especies prehistóricas pequeñas son escasos. La extracción de un esqueleto enorme puede tomar toda una temporada de trabajo de campo, sostiene Clark. En vez de eso, él y Xu se concentraron en la cantidad, una estrategia con la que esperaban obtener muchas pistas acerca de los segmentos faltantes en el panorama de los dinosaurios.

Cuando su equipo de científicos y excavadores chinos y estadounidenses comenzó a desenterrar, una vasta selección de criaturas primitivas emergió de las rocas, entre ellos nuevas especies de tortugas, cocodrilianos, pterosaurios alados y mamíferos primitivos. Muchas exhiben las primeras señales de las características que la evolución acentuaría más adelante. Un cráneo de ceratópsido, por ejemplo, tiene una aureola huesuda, que sugiere la corona de grandes cuernos que portaría su descendiente, el Triceratops, decenas de millones de años después. Un esqueleto parcial de estegosaurio ofrece un atisbo a uno de los primeros miembros conocidos de los famosos dinosaurios con armadura.

Entre los más anhelados deseos de Clark y Xu estaba encontrar un terópodo, un dinosaurio bípedo y carnívoro perteneciente al linaje que llevó hasta los pájaros. Y así fue como, con gran ilusión, el equipo comenzó a desenterrar el esqueleto de un cazador bípedo desconocido. A medida que Clark y Xu excavaban alrededor del terópodo, descubrían más y más huesos. “Nos dimos cuenta de que había otro terópodo enterrado bajo el primero –afirma Clark–. Y sospechábamos que había otros más debajo de ese”. En total, extrajeron una columna de roca que contenía cinco dinosaurios pequeños. Más tarde, en Pekín, Xu y sus técnicos sacaron los fósiles de la roca usando microtaladros y mondadientes. Un análisis reveló grandes cantidades de ceniza volcánica en la roca, lo que sugiere que hubo una erupción poco antes de que los animales murieran. David Eberth, del Royal Tyrrell Museum, en Canadá, y geólogo del equipo, cree que cuando capas gruesas cayeron en el pantano se formó un lodo viscoso. Las pisadas de los pesados saurópodos sobre este terreno suave quizá formaron las fosas que después serían trampas mortales para los dinosaurios.

Hasta ahora, el equipo ha localizado tres de ellas y cada una escenifica una lucha desesperada. En una aparece un cocodriliano acurrucado junto a un pequeño ceratópsido; otra contiene tres ceratosaurios sin cabeza, que probablemente fueron decapitados por depredadores lo suficientemente grandes como para no quedar varados en la trampa. La fosa más espectacular contiene los restos de un tiranosáurido de 75 kilos. Xu lo bautizó como Guanlong, que significa en chino “dragón coronado”, haciendo referencia a la cresta que corre desde su hocico hasta la parte posterior de su cabeza. El descubrimiento causó gran alboroto en la comunidad paleontológica, ya que representa la forma más antigua y primitiva de los “reptiles tiranos”, una familia de poderosos depredadores que culminó más de noventa millones de años después con el más temible de todos, el Tyrannosaurus rex.

“Lo más notable de esto –añade Thomas Holtz, experto en tiranosaurios de la Universidad de Maryland–, es la revelación de que el T. rex, rey de los reptiles tiranos, tiene un origen tan humilde. La mayoría de la gente ve a los tiranosaurios como depredadores dominantes, pero esto ocurrió hacia el final de su línea evolutiva. Durante la mayor parte de su historia, tal vez fueron los chacales de su época”. Para su sorpresa, el equipo encontró un segundo Guanlong, más pequeño, debajo del primero. Se especula que un adulto pudo haber ido a la caza un joven, el cual habría quedado atrapado en la fosa. Es posible, dice Holtz. “Tenemos una gran cantidad de cráneos de tiranosaurios con marcas de mordidas de otros tiranosaurios”. Clark y Xu están ansiosos por explorar otras zonas de la cantera de Junggar este verano. “Todavía hay mucho que encontrar –dice Clark–. No puedo esperar a ver con qué nos toparemos”.

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