Teoría del color
FÓRMULA OTOÑAL Días más breves, noches más frías y un sol amplio son quizá el detonador para el cambio de coloración.
Foto de Cary Wolinsky
El otoño pasado en Nueva Inglaterra fue cálido y seco. Los fanáticos de los follajes aseguraron que la paleta otoñal era monótona. Su conclusión: el cambio climático está matando los colores del otoño.
Los científicos no están tan seguros. Comparar la intensidad del color de un año al siguiente “es muy difícil”, opina el ecologista John O’Keefe de Harvard Forest, en Massachusetts. Incluso aún se debate qué es lo que motiva las variaciones de coloración. “Tenemos ideas nuevas, pero gran parte sigue siendo un misterio”, dice el botánico David Lee, de National Tropical Botanical Garden.
Los investigadores estudian cómo el cambio climático afecta el color anualmente. Rastrean el comienzo de los tonos otoñales y montan cámaras web en los árboles para medir la gradación. Todo lo que ahora saben es que las temperaturas más cálidas han retrasado el espectáculo otoñal unos cuantos días.
El pronóstico para este año es un enigma. Algo es seguro: las condiciones atmosféricas siempre desempeñan un papel importante. Una sequía puede provocar que las hojas se vuelvan marrones y se desprendan temprano y los días nublados retrasar la creación de pigmento rojo. En cuanto al largo plazo, un Noreste con un clima más suave sería desfavorable para los coloridos arces, amantes del frío: los árboles viejos continuarían, pero los brotes y los árboles jóvenes no prosperarían. Así es que no posponga ese viaje a Vermont para contemplar los follajes.
En la imagen:
VERDE | La sombra de la clorofila química permite a las hojas transformar el CO2 en azúcares.
AMARILLO | Suele esconderse bajo el verde, y queda desenmascarado cuando la clorofila se descompone en las hojas viejas.
ANARANJADO | Si los pigmentos rojos de reciente producción no son dominantes, se mezclan con el amarillo que acaba de revelarse.
ROJO | ¿Por qué las hojas viejas gastan energía en producir este tono? Tal vez para repeler a los insectos ponedores de huevos, o para proteger los nutrientes del daño solar, de modo que el árbol pueda recuperarlos.
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