domingo, 30 de noviembre de 2008

Altiplano: donde Bolivia se encuentra con el cielo


Escrito por:

Alma Guillermoprieto

Altiplano: donde Bolivia se encuentra con el cielo
Los vehículos parecen flotar sobre una brillante superficie salina inundada por las lluvias estivales.
Foto de George Steinmetz

El Altiplano de América del Sur es la tierra de los superlativos: alberga el lago navegable de mayor altitud sobre el planeta, el Titicaca, y el mayor desierto de sal, el Salar de Uyuni. Es la segunda meseta más grande de la Tierra, después de la tibetana, un paisaje de hielo y fuego, viento y sal que se extiende desde la región septentrional de Argentina hasta las adustas llanuras de Perú. El Altiplano se formó cuando una estremecedora colisión entre el fondo del océano Pacífico y el territorio continental sudamericano ocasionó el levantamiento de dos cordilleras andinas que flanquearon una elevada cuenca, plana en su mayor parte. Hacia el borde austral del Altiplano, donde colindan Bolivia, Chile y Argentina, la lava borbotea en los altos volcanes de picos recortados; al pie de estos, en las márgenes de lo que fue un inmenso lago que llenaba la cuenca, pequeños volcanes de barro hacen erupción y silban a través del suelo congelado. Quizá ningún otro paisaje sobre la Tierra nos recuerde de manera tan vívida que hubo un tiempo en el que no había seres humanos. Desde un vehículo todoterreno que atraviesa a gran velocidad el Salar de Uyuni –ese cegador espejo salino–, el tiempo se difumina y, cuando la Luna resplandeciente se eleva directamente en el otro extremo de esa blanca meseta, frente al sol del ocaso, la eternidad parece estar muy cerca.

Pocos árboles sobreviven en las extensas superficies azotadas por el viento, y apenas pueden arrancársele unos cuantos cultivos a ese terreno. Pero ese paisaje, cuyo eco reproduce todos los sonidos, está habitado por vicuñas, llamas y alpacas de delicadas pezuñas, por chinchillas, zorros muy curiosos y, de manera inverosímil, por enormes bandadas de flamencos. Aquí también viven seres humanos, por millones, la mayoría en la vasta superficie entre el Uyuni y el Titicaca, una zona conocida en la época del Imperio Inca como el Collasuyo, el territorio más austral. Tras independizarse de España en 1825, se formó un nuevo país, nombrado en honor del libertador Simón Bolívar, que abarca la mayor parte del Altiplano.

La intensa actividad geológica debajo de esa región ha proporcionado a Bolivia riquezas minerales extraordinarias. La plata extraída de una sola montaña en el legendario Potosí ayudó a financiar la Corona española durante siglos y, según algunos economistas, creó la riqueza sin la cual el ascenso de Europa al poder no habría sido posible. A principios del siglo XX, el estaño extraído de minas más nuevas se convirtió en la materia prima para la mayoría de la industria mundial de enlatados; eso permitió que durante la Primera Guerra Mundial se mantuviera a los soldados en las trincheras mucho tiempo.

El Altiplano es todavía un manantial de riqueza. San Bartolomé, un mina estadounidense ubicada en el Departamento de Potosí, quizá sea la fuente de plata pura más grande del mundo.

Sin embargo, en medio de toda esa riqueza, que también fluye desde los abundantes yacimientos de petróleo y de gas natural de las tierras bajas de Bolivia, el ingreso per cápita asciende sólo a cerca de 3200 dólares al año. La inmensa riqueza y la desmedida pobreza han desafiado, y derrotado, hasta a los pocos gobernantes admirables de Bolivia. Unos cuantos países pueden igualar la desalentadora historia boliviana de dictaduras, golpes de Estado y gobiernos totalmente corruptos. Un ex dictador, el general Luis García Meza Tejada, aún sigue encarcelado por asesinatos políticos y corrupción, y tres presidentes, entre 2003 y 2006, no completaron sus mandatos.

Un observador superficial diría que casi todos los bolivianos son morenos y que la mayoría son pobres, mientras que un grupúsculo, en lo alto de la escala social, está integrado por blancos adinerados. Pero la división más poderosa tal vez sea la que existe entre la mitad de la población que sólo habla español y el resto, los habitantes indígenas hablantes de una de las otras 36 lenguas oficiales del país –entre ellas, el aimara y el quechua, las lenguas mayoritarias del Altiplano–, y quienes, en muchos casos, también hablan español.

Actualmente, Bolivia experimenta un profundo cambio, y los responsables de generarlo son los mismos bolivianos que padecieron las diversas formas de despotismo que los mantuvieron sometidos por siglos. Marchan por sus derechos, desafían a la autoridad y estallan en cólera por motivos políticos; los descendientes de los pueblos autóctonos están tratando de crear un mundo nuevo en el que ellos se encuentren en el centro. El año 2005 atestiguó su gran triunfo: votaron como un solo grupo y eligieron para la presidencia a Evo Morales, un aimara del Altiplano. Nadie sabe lo que sucederá pero, con certeza, no será un regreso a la sumisión.

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