domingo, 30 de noviembre de 2008

ORINOCA BOLIVIA

Orinoca, Bolivia

Escrito por: Miguel Angel Vargas

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De paso es una sección exclusiva de la edición en español de National Geographic. Tratamos aquí temas relacionados con América Latina. Este mes, presentamos este artículo sobre la tierra que vio nacer a Evo Morales.

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Fotografías de Sebastián Beláustegui Foto: National Geographic

La cuna de Evo

El camino de tierra, árido e interminable, que viaja desde la ciudad boliviana de Oruro a la población de Orinoca, se extravía en nubes de polvo hasta el horizonte. “Es cerquita, vaya detrás del cerro”, indica un campesino al cuidado de un rebaño de llamas. El coche rodea el cerro… y nada. Tres horas más de viaje. El sol ilumina la paja, los verdes arbustos de thola y los arenales. Más llamas. Y de pronto, inmediatamente después de un par de curvas, se llega a la tierra que vio nacer al presidente Juan Evo Morales Aima: Orinoca.

Prácticamente desierto durante todo el año, el pueblo de Orinoca vive de recuerdos. La mayoría de sus hijos ha migrado en busca de empleo a lejanas ciudades de Bolivia, Argentina, Chile; aun de Italia, España o Estados Unidos. Sin embargo, cuando las fiestas repican, todos retornan a sus casas de barro y paja, en torno a la rústica iglesia de San Francisco de Asís. Esta costumbre incluye al actual presidente de Bolivia. Durante su niñez, Evo Morales recorrió muchas veces estos parajes: nació muy cerca del pueblo, en la comunidad de Isallavi. Los recuerdos de esa época perduran vívidos en su memoria. ‘’Mi familia producía mucha papa. Yo era bueno para aporcar (remover la tierra antes de la siembra). Me gustaba mucho, porque la cosecha de la papa llega en la época de invierno, cuando hace frío y viento, mientras que la época de aporque es en noviembre y diciembre, en tiempo de calor y lluvia’’.

Esos días regresan a su mente envueltos en el aroma de la infusión de naranja que preparaba su mamá, con las cáscaras arrojadas por los turistas desde los autobuses, que él recogía. Los recuerdos se alejan con el zumbido de un helicóptero. Morales ya no anhela viajar en un autobús hasta su pueblo ni, como lo hacía en su niñez, ir a conocer la ciudad. Ha visitado ya muchos países, y ahora puede ver desde el aire su tierra natal, que lo recibe en una improvisada pista de aterrizaje, montada sobre una cancha de futbol, mientras las flores, los vítores y el efusivo oleaje de las manos saludando bulle desde el poblado. Los orinoqueños llevan varios días celebrando, pero hoy, el presidente ha vuelto a casa para el festejo.

Orinoca, a 185 kilómetros de la ciudad de Oruro, es un poblado que congrega a unos 2,000 habitantes dedicados al cultivo de papas, habas, quinua y maíz, y a la crianza de ovejas y llamas. La mayor parte del año parece un pueblo fantasma: sus habitantes se pasan los días en el campo. No existe ningún otro tipo de actividad económica en la zona, salvo, eventualmente, la del comercio. El principal objetivo de los pobladores es migrar; de acuerdo con el último censo, 82% de los habitantes en las zonas rurales de Bolivia viven en la pobreza. Pero cuando la fiesta toca las campanas de la iglesia, propios y extraños se entregan a jornadas de plena alegría. Día de fiesta. Desde la madrugada, la banda Real Imperial deja escuchar sus trombones y percusiones.

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